Terapia Psicológica

El amor en las generaciones contemporáneas

En la actualidad resulta cada vez más inevitable apreciar ciertos elementos que son comunes a través de su repetición, manifestándose de diversas formas en cuanto a la manera de relacionarse con el amor que las generaciones contemporáneas presentan.

Varios personajes e historias pertenecientes a dicha generación, consecuencia la mayoría de roces amorosos en encuentros con personas y ampliando la esfera, en muchas otras ocasiones a partir de los relacionamientos con el “objeto” en sus múltiples e inagotables semblantes.

Se ha vuelto un tema de conversación común, escuchar en las anécdotas cotidianas de mis más cercanos amigos/as, primos, familiares, pacientes, y en muchísimos personajes pertenecientes a esta llamada “generación”, e incluso a través de muchas personas que sin pertenecer a la misma pero que conjuntamente la miran. Observar un conflicto, un forzamiento cuando se trata de los encuentros llamados relaciones de pareja. En donde la carencia de relaciones, de noviazgos, de encuentros duraderos, de encuentros que vayan más allá de una noche o de unas cuantas salidas, es bastante visible y empieza a generar un malestar, un sufrimiento que se vuelve frecuente en el discurso de estos sujetos denotando también un quiebre, una particularidad en la manera en la que esta generación se relaciona con el amor.

El Amor

Amor en la medida de la demanda que emana de la persona que habla, que evidencia a través de ser un sujeto del lenguaje, una falta estructural que lo ubica en un mundo de las palabras y por ende de la cadena del significante según términos lacanianos. Con todos los rodeos y avatares que esto implica.

A diferencia de las generaciones anteriores, en donde el ideal de la familia, del matrimonio son cruciales, noto que en la generación actual existe un multidesplazamiento de las personas hacia sus relacionamiento con el objeto y por ende al amor, a través de por ejemplo obsesiones frente al deporte, apegos hacia sustancias psicotrópicas (cada vez más abundantes y validadas), viajes y más viajes, o estudios infinitos que no se si cesarían con un Phd, tornándose estos como nuevos vínculos de amor o canalizantes del mismo, una vez que queda relegado por muchísimos motivos el amor como vehículo que circula a través de una pareja.

Me pregunto si ha diferencia de los discursos que se manejaban antes, por ejemplo en la generación de nuestros padres, en donde los ideales sociales a seguir de una persona de entre 20 y 30 años giraban básicamente en torno al matrimonio “al estar bien casado” y a la estabilidad laboral, idealmente hacer carrera dentro de una institución o mejor aún lograr la propia empresa. Estos no se articulaban también con el deseo de esas personas, de esa generación pasada y presente, en donde se evidencia un mayor compromiso a nivel de pareja, compromiso que incluso muchas veces se convirtió en promesas sintomáticas, en donde por ejemplo por no generarles un “daño” a los hijos no habían separaciones, o en donde se toleraban traiciones e infidelidades y maltratos porque el imaginario social de una mujer soltera era más pesado para la moral de muchas personas. Moral que atravesaba mucho a aquella generación bastante católica cristiana en donde “el matrimonio dura hasta la muerte” por mandato divino…Por ende qué pasaría entonces cuando entre otras cosas, existe una crisis religiosa en esta generación, en donde los sujetos parecen asentar su fe (las que la tienen), en la pacha mama, el zen, o en general asentarse en otros diversos discursos.

Creo importante señalar estos detalles ya que esta generación, aquella de la que me interesa escribir ahora, proviene en principio de ese discurso, de ese deseo. En donde me da la impresión de que seguramente hubieron muchas re consideraciones por parte de nuestros padres en cuanto a su propia educación y creencias y por ende proyectivamente a la de sus hijos.

Se ha vuelto crucial dentro del discurso de esta generación, evidenciar cómo las personas dan prioridad al tema de la “independencia”, entendiéndola como esa meta, ese objetivo de poder sólo, de no depender de nadie, de apuntar a tener la empresa propia, de estudiar la maestría justamente para eso y por más oportunidades de trabajo. De viajar, de conocer, de no “atarse”, en algo que cae en un discurso contradictorio, porque por otro lado existe el mensaje constante de “la familia como prioridad” y algo a lo que se debe volver siempre (tal vez por temor del nido vació de los padres).

¿Qué tanto el tema de la “independencia” tan añorada por mis contemporáneos, ya sea económica, vivir solo, a nivel de permisos, de decisiones, es un discurso que está a flor de piel, proviene en parte de la falta de “independencia” que no tuvieron ellos por ese discurso que los comprometía quizás en demasía, y se proyecta explícita o implícitamente en nosotros, atravesándonos?

Se me ha hecho común escuchar decir a nuestra generación por parte de la generación que nos precede (30-40) años “cásate después de los 30, primero viaja, jode, haz plata, has la maestría” y me pregunto qué tanto esto termina siendo una guía por parte de estos supuestos saberes, como respuesta ante la vida a través de sus propias experiencias.

Es frecuente también escuchar en este discurso, el estar muy pendiente ante cada nuevo encuentro amoroso entre personas ante “el fantasma de la ex pareja”, como una especie de trauma latente que priva de avanzar en estos encuentros a los individuos. Suena a que en el fondo hay un sufrimiento, un reclamo, una frustración a todos los excesos o faltas que encontraron o no allí, con la marca clara por lo general de una relación o personaje puntual, que fue el causante del quiebre frente a la posibilidad de amar, ante la cual parece que casi casi solo había una sola posibilidad.

Es común observar que esta generación, tuvo una infancia y en general una vida, digamos hasta la “adultez”, bastante cómoda si vale el término, comodidad en el sentido de la facilidad en la que las diferentes tareas se realizaron o se “dieron realizando” muchas veces, en donde los distintos trámites de la vida no necesariamente tuvieron ese coste o esfuerzo que implanta una individualidad frente al mundo. Pienso en qué tanto esos vínculos sumamente estrechos desde el mimo desde el consentimiento, dejan mirando ese lugar, esa representación como anhelada en los futuros vínculos, como por ejemplo en la pareja, o en esa búsqueda de volver a lo casero.

Por otro lado cómo esos gadgets tecnológicos que nos inundan, que nos terminaron de facilitar la vida por un lado (smartphones, iPads, iPods, internet etc, etc, etc), pero por otro tal vez ahondando más el rodeo con la falta al estar lleno de ofertas de objetos y de seudo promesas de “bienestar”, en donde más bien se propicia una especie de melancolía constante ante la desilusión que generan en algún punto estos encuentros.
No parecería coincidencia entonces que esa cantidad de objetos ofertados, que prometen TODO, se parezca a esta generación, aquella que parece querer TODO, pareja (o no), maestrías, autos, i pads, amigos y más amigos, trabajos y más trabajos, viajes y más viajes, autos y más autos, drogas y más drogas, fiestas y más fiestas, deporte y más deporte, mascotas y más mascotas, y así al infinito.

Una generación que queda aparentemente cómoda en un mar de objetos, pero con una melancolía constante de fondo, algo parecido al “comfortably numb” de Pink Floyd..

Con estas reflexiones no necesariamente se trataría de propagar el compromiso de pareja en esta generación, ni de volver a los mismos extremos que las generaciones precedentes tuvieron en relación a la pareja, sino tal vez de ponerle palabras a este tema, ya que quizás justamente eso es lo que falta en una generación que a veces se pregunta pero muchas se inhibe o calla al ser parte de.

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